Capítulo 24: Visiones e invitaciones, Parte 2

>> miércoles, 15 de abril de 2009

Sofía ya se había acostumbrado a ir al recinto donde se había encontrado el tablero como su primera actividad del día en la excavación. Como casi todos los días, la acompañaban los gemelos y en esta ocasión también se le había unido Ramiro Balam y otros de los trabajadores de origen maya quienes formaron un semicírculo alrededor de la joven arqueóloga.

Sofía se sentó en el suelo con la mirada fija en el tablero y con un gesto invitó a los demás a que hicieran lo mismo. Sin esperar a que todos estuvieran sentados, Sofía realizó las respiraciones que le enseñara su madre para entrar en un estado de meditación profunda y se dejó perder en el estado de conciencia alterado.

De repente se dio cuenta que su mente ya no se encontraba en el recinto sino en un lugar apartado de un verdor abrumador. Pronto se dio cuenta que se encontraba en un claro de un bosque que identificó como bambú. Las enormes plantas la rodeaban por completo y por un instante le invadió el pánico al no ver ninguna vía de salida a través de la espesura de los tallos. Se dio cuenta que frente a ella había una pequeña hondonada a la que bajaban unos escalones. Su tamaño era justo el suficiente para que una sola persona pudiera descender cómodamente.
Sofía se incorporó y decidió explorar la apertura que se abría frente a ella. Descendió uno a uno los escalones y al contar mentalmente el número diez y seis se percató que frente a ella se abría una cueva en cuyo centro se encontraba un pequeño santuario construido en forma de pagoda pintado con relucientes colores rojos. Lentamente y dominando toda su impaciencia para transformar todo su ser en la devoción que sentía que merecía el lugar, Sofía se fue acercando.
La pequeña pagoda apenas le llegaba a la altura de los hombros. En las aperturas que daban al interior, Sofía encontró a cientos de pequeños seres sumidos en una profunda reverencia. De pronto se dio cuenta que la reverenciada no era otra que ella misma. Después de unos momentos los seres se incorporaron y Sofía se dio cuenta que todos ellos tenían diminutas alas. Formando varias filas perfectamente ordenadas que parecía casi interminables, los diminutos seres comenzaron a volar hacia afuera de la pagoda saliendo tanto por puertas como por ventanas.

De pronto Sofía se vio rodeada por una miríada de seres que la circunvolaban. Se percató que el vuelo tenía una intención bien definida. Los seres estaban tejiendo un atuendo para ella mientras volaban a su alrededor.

Desde el fondo de la cueva Sofía comenzó a escuchar una música que la sumió aún más en el estado de meditación. La cueva comenzó a difuminarse y frente a su vista el paisaje cambió radicalmente. Se dio cuenta que los seres que seguían volando alrededor de ella la habían elevado decenas de metros sobre el suelo y que, sin que la tocaran de forma alguna, la habían llevado a los aires.

A sus espaldas sintió el calor del Sol cuyos rayos jugaban en un reflejo interminable de millones de pequeños arco iris en las alas de los seres que volaban a su alrededor.

Una vez terminado el atuendo que los seres estaban tejiendo para ella, la depositaron suavemente en la ladera de una pequeña montaña a lado de un manantial. Sofía comprendió que se tenía que bañar en el estanque formado por la fuerza de la caída del agua. Sofía se quitó las prendas que traía puesta y entró en el estanque. Se sumergió varias veces y se sorprendió de la agradable temperatura del agua que no era ni fría ni caliente.

Una vez bañada y purificada, un grupo de seres la rodeó con un paño para secarla. Sofía no tuvo que hacer ningún movimiento. Después otro grupo la vistió con el nuevo atuendo que estaba confeccionado con la seda blanca más brillante que se pudiera concebir. En varias franjas hermosos paisajes habían sido pintados sobre el atuendo y Sofía se sorprendió de su belleza al contemplar su reflejo en el estanque.

La visión terminó y Sofía tomó conciencia de que estaba de regreso en el recinto de Palenque. Sin mediar palabra se incorporó lentamente y salió del recinto. Sintió que había recibido la iniciación de la diosa que aun le faltaba, pero aún no sabía de qué diosa se trataba y eso la inquietaba.
Como siempre después de estas experiencias, Sofía se llevó a parte a los gemelos y les comentó la visión. Ambos quedaron atónitos y reflexivos. A sus ojos la figura de la amiga iba aumentando cotidianamente. Notaban en ella un proceso de maduración que comenzaba a rodearla como un halo.

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