Capítulo 24: Visiones e invitaciones, Parte 1

>> miércoles, 15 de abril de 2009

Después de la entrevista con Doña Eulalia, Ak y K’uk fueron a la casa de este último para comer y pensar en que hacer a continuación. La hermana de K’uk los saludó con la penosa efusividad de la enamorada que no se atreve a aceptarlo y desapareció en el cuarto contiguo a la cocina para ya no salir más. La madre de K’uk volvió a poner los frijoles al fuego y fue rápidamente a la casa de la vecina para prestarse un poco de masa y poder echar unas tortillas. Mientras esperaban la comida, los jóvenes mayas comentaron lo sucedido en la casa de la curandera.

“¡Nunca la había visto tan enigmática!,” exclamó sorprendido Ak.

“¿Crees que sea la primera vez que algún arqueólogo solicita la ayuda de los ancianos?”

“Recuerdo que don Ramiro alguna vez comentó que había todo un grupo de gringos que se la pasaban años en las comunidades antes de poner sus manos en las piedras. Pero creo que iban a los pueblos de Guatemala, nunca a los de aquí.”

“¿Entonces la petición de ayuda le habrá tomado por sorpresa?”

“No, creo que no había sorpresa en doña Eulalia. Más bien es algo que estaban esperando.”
“¿Quiénes?”

“Todos ellos, por supuesto. Ya ves que luego se juntan y comentan las cosas que van a suceder en el futuro. Eso no es ningún secreto. Pero pienso que no sabía que le iba a tocar a ella, eso fue lo que la sorprendió, si es que algo la tomó por sorpresa.”

“Entonces, ¿crees que lo correcto es regresar a Palenque y decirle a Sofía que vaya a esa reunión de San Cristóbal?”

“Bueno, doña Eulalia lo dijo claramente. Nosotros no vamos a lograr nada solos. No creo que se haya referido solamente a ella sino a todos los ancianos en general. Además creo que esa invitación fue casi una orden. Por el tono en el que lo dijo.”

“Entonces no se diga nada más. Regresemos a Palenque,” terminó K’uk la conversación y comenzó a comer de buena gana su plato con frijoles, a medio bocado todavía musitó con la boca llena: “después de todo me va a dar gusto volver a verla.”

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Capítulo 24: Visiones e invitaciones, Parte 2

Sofía ya se había acostumbrado a ir al recinto donde se había encontrado el tablero como su primera actividad del día en la excavación. Como casi todos los días, la acompañaban los gemelos y en esta ocasión también se le había unido Ramiro Balam y otros de los trabajadores de origen maya quienes formaron un semicírculo alrededor de la joven arqueóloga.

Sofía se sentó en el suelo con la mirada fija en el tablero y con un gesto invitó a los demás a que hicieran lo mismo. Sin esperar a que todos estuvieran sentados, Sofía realizó las respiraciones que le enseñara su madre para entrar en un estado de meditación profunda y se dejó perder en el estado de conciencia alterado.

De repente se dio cuenta que su mente ya no se encontraba en el recinto sino en un lugar apartado de un verdor abrumador. Pronto se dio cuenta que se encontraba en un claro de un bosque que identificó como bambú. Las enormes plantas la rodeaban por completo y por un instante le invadió el pánico al no ver ninguna vía de salida a través de la espesura de los tallos. Se dio cuenta que frente a ella había una pequeña hondonada a la que bajaban unos escalones. Su tamaño era justo el suficiente para que una sola persona pudiera descender cómodamente.
Sofía se incorporó y decidió explorar la apertura que se abría frente a ella. Descendió uno a uno los escalones y al contar mentalmente el número diez y seis se percató que frente a ella se abría una cueva en cuyo centro se encontraba un pequeño santuario construido en forma de pagoda pintado con relucientes colores rojos. Lentamente y dominando toda su impaciencia para transformar todo su ser en la devoción que sentía que merecía el lugar, Sofía se fue acercando.
La pequeña pagoda apenas le llegaba a la altura de los hombros. En las aperturas que daban al interior, Sofía encontró a cientos de pequeños seres sumidos en una profunda reverencia. De pronto se dio cuenta que la reverenciada no era otra que ella misma. Después de unos momentos los seres se incorporaron y Sofía se dio cuenta que todos ellos tenían diminutas alas. Formando varias filas perfectamente ordenadas que parecía casi interminables, los diminutos seres comenzaron a volar hacia afuera de la pagoda saliendo tanto por puertas como por ventanas.

De pronto Sofía se vio rodeada por una miríada de seres que la circunvolaban. Se percató que el vuelo tenía una intención bien definida. Los seres estaban tejiendo un atuendo para ella mientras volaban a su alrededor.

Desde el fondo de la cueva Sofía comenzó a escuchar una música que la sumió aún más en el estado de meditación. La cueva comenzó a difuminarse y frente a su vista el paisaje cambió radicalmente. Se dio cuenta que los seres que seguían volando alrededor de ella la habían elevado decenas de metros sobre el suelo y que, sin que la tocaran de forma alguna, la habían llevado a los aires.

A sus espaldas sintió el calor del Sol cuyos rayos jugaban en un reflejo interminable de millones de pequeños arco iris en las alas de los seres que volaban a su alrededor.

Una vez terminado el atuendo que los seres estaban tejiendo para ella, la depositaron suavemente en la ladera de una pequeña montaña a lado de un manantial. Sofía comprendió que se tenía que bañar en el estanque formado por la fuerza de la caída del agua. Sofía se quitó las prendas que traía puesta y entró en el estanque. Se sumergió varias veces y se sorprendió de la agradable temperatura del agua que no era ni fría ni caliente.

Una vez bañada y purificada, un grupo de seres la rodeó con un paño para secarla. Sofía no tuvo que hacer ningún movimiento. Después otro grupo la vistió con el nuevo atuendo que estaba confeccionado con la seda blanca más brillante que se pudiera concebir. En varias franjas hermosos paisajes habían sido pintados sobre el atuendo y Sofía se sorprendió de su belleza al contemplar su reflejo en el estanque.

La visión terminó y Sofía tomó conciencia de que estaba de regreso en el recinto de Palenque. Sin mediar palabra se incorporó lentamente y salió del recinto. Sintió que había recibido la iniciación de la diosa que aun le faltaba, pero aún no sabía de qué diosa se trataba y eso la inquietaba.
Como siempre después de estas experiencias, Sofía se llevó a parte a los gemelos y les comentó la visión. Ambos quedaron atónitos y reflexivos. A sus ojos la figura de la amiga iba aumentando cotidianamente. Notaban en ella un proceso de maduración que comenzaba a rodearla como un halo.

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Capítulo 24: Visiones e invitaciones, Parte 3

Cuando regresaron a la casa después de la jornada de trabajo, los K’uk y Ak los estaban esperando ya sentados en el porche. Sofía gustosamente los invitó a compartir la cena a la que Gloria, previsoramente, ya había aumentado un guisado para que alcanzara para todos.
De acuerdo a las instrucciones de Sofía, Gloria había dispuesto un tazón lleno de miel sobre la mesa. Sofía y los gemelos observaron encantados que K’uk se despachó copiosamente del recipiente untando la miel en las tortillas que iba comiendo. Poner miel en las tortillas para acompañar guisados salados no era una costumbre frecuente como lo sabe cualquier mexicano. Aunque ya lo habían sospechado, esta fue la confirmación para ellos de que ya solo les faltaba encontrar a nueve conspiradores más.

Después de la cena los jóvenes mayas informaron a Sofía de la próxima reunión de los mames en San Cristóbal de las Casas y ésta se alegró mucho ante la noticia ya que sentía en lo más profundo de su corazón que iba a necesitar toda la ayuda de las energías antiguas del país para poder llevar a buen fin su tarea. Y quien mejor que los seguidores de los antiguos linajes, como lo eran los chamanes mayas, para conectarse correctamente con esas energías antiguas.

Cuando los dos mayas se dispusieron a retirarse, Sofía, siguiendo un impulso espontáneo los invitó a quedarse alojados en una de las recámaras disponibles de la casa. La abuela y Gloria se le dirigieron una mirada infructuosa de protesta y K’uk y Ak accedieron a quedarse después de deliberarlo por unos momentos en su tzetzal incomprensible para los demás.

Las mujeres mayores se retiraron mientras que los 5 jóvenes extendieron la sobremesa hasta muy entrada la noche intercambiando vivencias de sus vidas. Sofía y los gemelos por un lado les platicaron una buena parte de su historia conjunta, ilustrada con innumerables anécdotas que casi siempre respondían a alguna de las preguntas de los mayitas cuando no comprendían algo por haber sucedido en el contexto de la lejana y para ellos inimaginable vida urbana. K’uk y Ak, por su lado no se quedaron cortos al envolver a los jóvenes urbanos en anécdotas surgidas de su propia experiencia con la vida del pueblo y el contacto íntimo con la naturaleza. Ambos grupos, el urbano y el rural, finalmente se dieron cuenta que tenían mucho que aprender entre sí, que la relación entre ellos a parte de todo un reto iba a ser un proceso de aprendizaje donde nadie salía perdiendo y todos tenían algo que aportar.

Esa noche se entabló una entrañable relación entre los 5 y se prometieron solemnemente que nunca se iban perder en el anonimato de sus vidas cotidianas por más kilómetros que los separaran. Atabulo, quien comprendió la profundidad de lo que es estaba generando entre ellos más que ningún otro, se comprometió a que siempre, pasara lo que pasara iba a pasar aunque sea unos días al año en el pueblo de los mayas a lo que Ak, entre risas, respondió que con mucho gusto agregaría una habitación adicional a la casa que iba a construir una vez que se hubiera casado, para que Atabulo siempre la tuviera disponible.

Después de escuchar las protestas de las dos muchachas, K’uk por su lado se comprometió hacer lo mismo para ellas en el futuro caso de construir también él una casa. El tono serio con el que el maya expresó su oferta detonó en Sofía la certeza de que en el sin lugar a dudas había encontrado a uno más de los doce requeridos por la profecía del maestro.

Siguiendo un impulso de su interior recitó las palabras del maestro: “¡Cuando los doce se reúnan en torno a la semilla que llevas en tu vientre, los años oscuros se transformarán en años de luz! Esa semilla será tres veces la vieja diosa y un aliento para la humanidad.”

“Ella es la semilla,” le comentó K’uk a un estupefacto Ak, cuando ambos se retiraron a sus nuevos aposentos.

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Durante la misma noche, en otros lugares de Palenque, las recepcionistas de los hoteles más importantes tuvieron muchas llamadas que recibir y realizar para acomodar toda la demanda de huéspedes para el puente de mayo que estaba próximo a realizarse. Cuando comenzaron a comprender que todas esas personas que estaban haciendo reservaciones venían para asuntos relacionados con un partido político decidieron acudir a los respectivos dueños, directores y gerentes para que se involucraran más allá de lo convencional con el proceso.

Uno de los directores le habló al presidente municipal para ponerlo sobre enterado y, este, sintiéndose ya candidato para una diputación o hasta la gubernatura del estado de Chiapas, decidió poner todo su empeño organizando una serie de actividades especiales para dar la bienvenida a tan distinguidas multitudes. Con ello Palenque, una pequeña ciudad acostumbrada al turismo recreativo, se estaba aprovechando de las circunstancia para entrar en la vida política nacional más amplia.

Ninguno de los involucrados reparó en el hecho de que los viajeros que le iban a dar forma a Ollin México tenían en mente cosas que rebasaban completamente los cánones de la política convencional. Y una de las más importantes era mantener el anonimato de sus miembros para garantizar la democracia interna.

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